"Dios nos ha dicho que podemos comer todos los frutos excepto los que crecen en el árbol del conocimiento del bien y del mal", dijo Eva a la serpiente.

"¡Oh, vamos, que tontería!  Me cuesta pensar que una fruta tan hermosa puede hacerte daño", mintió la serpiente.  "Dios sabe que si comes del árbol del conocimiento del bien y del mal te volverás como Él y podrás decidir por ti misma lo que esta bien y lo que esta mal".

La mujer miró el fruto y pensó en lo delicioso que se veía.  Pensó en lo maravilloso que sería ser tan sabio y poderoso como Dios.  Creyó la mentira de la serpiente y comió el fruto y también le dio unos a Adán, quien estaba con ella, y él también comió.

Eva tuvo una sensación extraña en la boca del estómago.  Se inquietó y se preguntó qué le estaba pasando.  De repente cayó en cuenta que se sentía culpable – había desobedecido a Dios y sabía que había hecho mal.

Tan pronto como comieron el fruto, Adán y Eva cambiaron.  Se volvieron infelices y temerosos de Dios.

Adán y Eva oyeron que Dios los llamaba.  Sin pensarlo, se internaron en el bosque pero Dios sabía dónde estaban.  Cuando Dios les preguntó si habían comido del árbol del conocimiento del bien y del mal que les había pedido no tocar, se culparon uno a otro por sus pecados.

Dios estaba triste porque Adán y Eva le habían desobedecido.  Les dijo que debían salir del Jardín del Edén, "De ahora en adelante tendrán que sobrevivir de la tierra.  Tendrán que hacer sus ropas y sembrar su alimento.  Nada se les dará con facilidad – ni siquiera el dar a luz.  Y un día morirán".

 


 

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