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Cuentos de hadas de DLTK
Pulgarcita

© Escrito por Tasha Guenther e ilustrado por Leanne Guenther
Cuento de hadas basado en el cuento original de Hans Christian Andersen

Había una vez una viejecita que vivía solitaria en una cabaña en la montaña.

Nunca tuvo hijos.  Nadie iba a visitarla y, por consiguiente, la mujer se dedicaba a cuidar su jardín de hermosas flores.  Eventualmente ni siquiera el jardín de la viejecita pudo evitar que se sintiera sola.

Un día, mientras la viejecita regaba sus rosas de color rojo vivo, una bruja se aproximaba subiendo la montaña hacia la casa de la mujer. La viejecita era escéptica con las brujas porque había oído sobre todas las manzanas y los frijoles que trataban de vender; sin embargo, esta bruja parecía más buena de lo que imaginó. Hablaron por un largo rato, y se hicieron muy amigas. La mujer finalmente le dijo a la bruja que se había quedado sola a su edad avanzada. La bruja sintió compasión por la viejecita y le regaló una semilla especial. Entonces le dijo que la sembrara en su mejor tierra, que la regara con su agua más cristalina, y que le diera a su semilla un cariño especial.

PulgarcitaLa viejecita hizo lo que la bruja le había dicho; sembró la semilla en una maceta pequeña con la mejor tierra, la regó con agua lluvia, y un día cuando la hermosa florecita rosada brotó, la viejecita besó sus pétalos aun cerrados.

De repente, los pétalos de la flor se abrieron y dentro de ellos estaba sentada una niña pequeña de cabellos dorados. No era más grande que su dedo pulgar y entonces la llamó Pulgarcita.

La viejecita cuidó muy bien de Pulgarcita, como si fuera su propia hija. Le hizo una cama con una cáscara de nuez pulida y cada noche recogía pétalos de las flores de su jardín para cobijarla.  Pulgarcita a su vez usaba su melodiosa voz para cantarle hasta que se quedara dormida.

Una cálida noche de verano, después de oír la hermosa voz de Pulgarcita, una gran rana saltó hasta su ventana.  ¡Hop, hop, hop!

Una vez que Pulgarcita se durmió, la rana trepó entrando por la ventana.

“¡Oh!  ¡Esta puede ser la esposa perfecta para mi hijo!” exclamó.  La rana agarró a Pulgarcita en la cáscara de nuez y la llevó  hacia el rio cercano. Una vez cerca del río, le dijo a su hijo: “¡Mira la hermosa novia que te encontré!”

¡Croa! ¡Croa!  ¡Crooooooa!  Fue todo lo que pudo decir su hijo.

La mamá rana orgullosa llevó a Pulgarcita aun dormida, hacia unos nenúfares y la puso en el más pequeño de todos. Luego regresó hacia donde estaba su hijo en un gran charco de barro y entre ambos comenzaron a construir una casa de barro y juncos para la nueva esposa.

Pulgarcita despertó con el sonido de saltos y croas e inmediatamente comenzó a sollozar al pensar en su madre que estaba sola sin la compañía de sus cantos para dormir.

Dos peces anaranjados oyeron el llanto de Pulgarcita y vieron el nenúfar donde estaba sentada.
“Debemos ayudarla” dijeron ambos en coro. Nadaron inmediatamente hacia donde estaba Pulgarcita y  mordieron el nenúfar para liberarla.

"¡Oh!  ¡Gracias, muchas gracias!”  exclamó Pulgarcita, despidiéndose de los peces mientras flotaba alejándose.

Mientras Pulgarcita viajaba río abajo, su corazón se llenaba de todas las maravillas del mundo exterior. Vio las hermosas estrellas en el cielo, escuchó en canto de los grillos y se deleitó con el fragante aroma de las flores en las laderas del rio.

De repente vio una hermosa mariposa morada que la seguía rio abajo. Pulgarcita contempló sorprendida las esplendidas alas de la mariposa que se agitaban a su lado.

Gritó de alegría y aplaudió cuando la mariposa voló hacia el sol naciente. Pulgarcita bostezó y volvió a dormirse hasta que el sol alcanzó su punto más alto.

Cuando despertó, se encontró a la orilla del rio en una tierra aun más alejada de su amada madre.  Pulgarcita trató de ignorar su tristeza durante los meses de verano rodeándose de todas las flores y de todo el sol que pudo.  Se hizo amiga de las mariposas, de las libélulas y de los abejones. Oyó el trinar de los pájaros que volaban sobre su cabeza. Fue feliz nuevamente.

Pero cuando llegó el otoño, todas las criaturas aladas se fueron volando, dejando a Pulgarcita sola. Y cuando llegó el invierno, Pulgarcita tuvo mucho frio y se sintió mucho más sola. Solo pudo calentarse con las hojas secas que habían caído de los arboles durante el otoño.

Un día de mucha nieve, Pulgarcita tenía tanto frío y estaba tan hambrienta que decidió buscar un refugio y algo para comer. Se aventuró a explorar aun mas lejos de lo que había ido antes en el prado junto a un campo de maíz. Allí encontró un agujero pequeño al lado de un árbol. Trepó entrando por este y se sorprendió al encontrar un ratón de campo en una gran habitación llena de granos de maíz.

“Entra, querida. Estás temblando. Yo te daré calor. Te quedarás conmigo” dijo el ratón de campo. El ratón fue muy amable con Pulgarcita.  La alimentó con todo el maíz que Pulgarcita quiso comer y le dio un lugar cálido para vivir y dormir y a cambio le pidió que ayudara con los quehaceres y que le contara sus historias.  Pulgarcita le contó todas las historias sobre sus viajes y con el tiempo al ratón también le encantaba que le cantara para dormirse.

Una mañana Pulgarcita despertó con el sonido del  ratón que corría ansioso, apresurándose a limpiar perfectamente el agujero donde vivían.

Cuando Pulgarcita le preguntó por lo que estaba sucediendo, el ratón le contestó: “nuestro vecino vendrá a visitarnos, y es un visitante muy importante. Es rico, viste un abrigo negro brillante hecho del más fino terciopelo y sería un esposo perfecto para ti. Desafortunadamente es ciego, porque es un topo.”

El topo los visitó más tarde ese día y el ratón le pidió a Pulgarcita que le contara una historia. Ella lo hizo y entonces el topo se encariñó con ella. Entonces el ratón  animó a Pulgarcita a que le cantara una canción al topo ciego.  Ella le cantó y el topo se enamoró inmediatamente.

El topo comenzó a visitar el agujero del ratón diariamente y con frecuencia invitaba a Pulgarcita a recorrer los túneles que construía. Pulgarcita aceptaba a regañadientes, pero solo por complacer al ratón de campo que había sido tan amable con ella.

“No te preocupes por ese pájaro.  Solo está tendido en el medio de mi túnel.  ¡El pobre miserable está muerto!” exclamó el topo. A Pulgarcita la embargaba la tristeza al ver al hermoso pájaro tendido en el medio del sucio túnel.  El topo pateó al pájaro con rabia al pasar por su lado.

“¡Ven! ¡Ven!” Llamó a Pulgarcita.

“Regresaré por ti” le susurró Pulgarcita al pájaro. Pasó el resto del día con el topo, sintiéndose infeliz.

Esa noche, Pulgarcita trató de dormir, pero solo podía pensar en el pobre pajarito tendido solitario en el túnel del topo. Se arrastró en silencio para no despertar al ratón. Tomó la sábana de su cama, que el ratón había tejido para ella con hojas de maíz y suaves plumas, y corrió por el túnel hacia donde estaba el pájaro. Cubrió al   manso animal lo mejor que pudo. Lloró en silencio y lo abrazó al pájaro y de repente pudo oír los latidos de su corazón.  ¡Pum, paf! ¡Pum, paf! ¡Pum, paf!

Pulgarcita se sorprendió cuando vio que el pájaro abrió sus ojos  ¡no estaba muerto!  El aire de invierno había congelado los latidos de su corazón. Su cobija lo calentó y lo devolvió a la vida.

Por el resto del invierno Pulgarcita cuidó al pajarito hasta que se recuperó completamente. Ella les ocultó esto al ratón y al topo, mientras ellos planeaban en secreto casarla con el topo.

Cuando volvió la primavera, la tierra comenzó a calentarse y el pájaro volvió a gozar de buena salud, justo a tiempo para irse del agujero en el verano y entonces le pidió a Pulgarcita que lo acompañara bajo el tibio sol, volando todo el día rodeados de flores y de otros pájaros.

Pulgarcita deseaba poder hacerlo, pero recordó lo amable que había sido el ratón con ella cuando lo necesitó, así que aunque triste, no aceptó el ofrecimiento del pájaro y lloró cuando tuvieron que decirse adiós. El pájaro le deseó la mejor de las suertes y Pulgarcita se quedó en la entrada del agujero, observando cómo se alejaba volando, con el rostro iluminado por un sol espléndido.

Un día, cuando Pulgarcita estaba atendiendo los quehaceres del agujero donde vivían, el ratón dijo: “El topo anunció que desea casarse contigo. Con un poco de ayuda, te haré el más hermoso vestido de novia.  Tendrás una vida cómoda al tenerlo por esposo.”

El ratón reunió a un grupo de arañas para que tejieran el lino para el vestido de novia de Pulgarcita y la lencería para su vida futura con el topo, ignorando todo el tiempo las protestas de ella.

Pulgarcita no estaba feliz, y hubiera preferido vivir afuera en el sol que adentro en un agujero oscuro y frío con el topo ciego y aburridor.

Cuando llegó el otoño, Pulgarcita se sentó en el borde del agujero y suspiró a su amado sol que se ocultaba detrás del campo de maíz. Vio las hojas en el suelo y su corazón se llenó de una súbita tristeza. Pulgarcita comenzó a sollozar. Le dijo al ratón que no quería casarse con el topo. El ratón corrió alrededor, ignorando la tristeza de Pulgarcita.

“Vivirás una buena vida con el topo. No seas desagradecida. Tienes suerte de que un topo tan bueno con una chaqueta de terciopelo tan bonita quiera casarse contigo” dijo.  Pulgarcita se puso más triste que nunca y esperó, temiendo el día de su boda.

Una mañana contemplaba el sol tardío de otoño con lágrimas en los ojos, pensando que nunca lo volvería a ver. De repente vio al pájaro que había rescatado, el cual bajó volando y se posó a su lado. El pájaro le contó a Pulgarcita que volaría durante el invierno hacía la tierra del verano, donde el sol siempre brillaba y los pájaros cantaban hermosas canciones como lo hacia ella. Una vez más, le pidió que se fuera con él.

Sin pensarlo dos veces, Pulgarcita se subió a la espalda del pájaro y ambos volaron hacia el sol. Viajaron por días pasando por inmensas montañas llenas de nieve, hermosos campos verdes y parches sobre parches de flores brillantes. Al final llegaron a una pradera llena de flores. El aire estaba tibio y el sol era más brillante de lo que Pulgarcita había visto antes. El pájaro se posó en un nido en lo alto de un árbol.

“Te puedes quedar conmigo Pulgarcita, pero sospecho que te gustaría estar rodeada de las flores de abajo” dijo. Pulgarcita asintió y besó las plumas del amable pájaro.

El pájaro bajó en picada hacia la pradera de flores y puso a Pulgarcita en una gran flor rosada, como aquella de la que había venido. De pronto, un pequeño hombre salió de detrás de un gran pétalo rosado; era solo un poco más alto que la misma Pulgarcita y vestía una corona. Estaba sobresaltado por el tamaño del pájaro pero una vez que vio a Pulgarcita a su lado, se aproximó hacia ella e inmediatamente se enamoró de su resplandeciente felicidad y de la forma como su pelo dorado brillaba con la luz del sol.

Después de pasar juntos muchas semanas felices disfrutando del sol, [él puso su brillante corona sobre la cabeza de Pulgarcita, le sonrió con ternura y le pidió que fuera su reina del reino de  las hadas.

Pulgarcita lo pensó por un momento. El rey de las hadas era el primer hombre que le pedía esto. El había sido más amable con ella que la rana y el topo juntos. Y entonces accedió a ser su reina.

Al ver lo feliz que era Pulgarcita  con el rey de las hadas, el pájaro se alejó volando y prometió regresar con frecuencia a visitarla.

Una vez que Pulgarcita y el rey de las hadas se unieron como rey y reina, todas las flores de la pradera se abrieron revelando a una o dos hadas sentadas dentro.

En la boda, el reino de las hadas se regocijó con la felicidad del rey y de la reina. Pulgarcita canto hermosas canciones para todos y recibió muchos regalos, pero su favorito fue un par de hermosas alas que le recordaron a la mariposa que había visto al comienzo de su travesía.

El reino entero bailó bajo los rayos del sol, bebiendo un dulce néctar, acogiendo a muchos pájaros que anidaron en los arboles gracias a Pulgarcita.  Durante los días calurosos, las mariposas y las libélulas mantenían fresca a Pulgarcita usando sus alas y en las noches ella cantaba para que su rey y el resto del reino conciliaran el sueño. Finalmente todos los pájaros aprendieron su canción y cantaban con ella.

El pájaro que Pulgarcita había rescatado siempre se entristecía al tener que dejarla, pero le encantaba viajar y le prometía que le contaría su historia al mundo.

Un día este voló a la cabaña de una viejecita en una pequeña colina y cantó la canción de Pulgarcita.  La viejecita reconoció inmediatamente la canción, pues era la madre que Pulgarcita había perdido hace tiempo. Su soledad desapareció para siempre porque supo que Pulgarcita estaba segura y que vivía muy alegre en el sol lejano. Y si la viejecita extrañaba a su amada Pulgarcita, iba a su ventana y observaba a un pájaro posado en un árbol, trinando su canción.

Fin.