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Actividades de la Biblia de DLTK para niños
La historia de Esther

La reina Estherpor Sharla Guenther

"Por favor no me hagas ir" imploró Esther.

"Debes hacerlo, Esther.  Todas las muchachas del reino deben participar por orden del rey" explicó su primo Mardoqueo.  Los padres de Esther habían fallecido cuando ella era más joven y el la había criado desde entonces.

Esther se cruzó de brazos y dijo: "Me siento feliz donde estoy.  Con seguridad que no quiero ser una Reina.  Además, soy judía y el rey no lo es.  Hay muchas muchachas persas que participarán en el concurso de belleza, y no me necesitan."

"Tienes que concursar y es el fin de la conversación.  Además, habrán tantas participantes que seguramente no te escogerán de todas maneras" le aseguró Mardoqueo. "Cuando vayas, no quiero que me digan que hiciste pucheros. Sé que eres una persona encantadora y quiero asegurarme de que así te quedes."

La muchacha sonrió y abrazó al hombre, sin poder rehusarse a su petición, "está bien, Mardoqueo.  Por ti iré alegremente."

Mardoqueo sonrió agradecido y luego frunció un poco el ceño, "Esther, espera.  Hay una última cosa que debes prometerme."

"¿Si?" dijo Esther, un poco preocupada por la seriedad de Mardoqueo.

"No debes dejar que NADIE sepa que eres judía ¿Comprendes?"

Ella asintió con tristeza "Sí, comprendo."


Cuando Esther se estaba quedando dormida esa noche, comenzó a pensar en cómo serían las cosas en el palacio.  Tendría que pasar un año entero allí, alejada de su familia y sus amigos, antes de que el Rey escogiera a su nueva prometida. "Bueno," pensó, "al menos regresaré a casa después de eso.  Después de todo, no hay posibilidad de que el Rey escoja a una campesina judía para ser su Reina.  Y no importa lo encantadora que la gente crea que es." Esther tiritó aún cuando era una noche tibia.

A la mañana siguiente, Esther empacó sus maletas.  La alegraba que su primo podría visitarla frecuentemente, ya que trabajaba en el palacio como funcionario de bajo rango. Esther peinó con cuidado su larga cabellera negra, mirando con nostalgia por la ventana.  Iba a extrañar los paisajes y los sonidos de su hogar y quería retener todos los detalles en su memoria.

Mardoqueo pasó por allí, se detuvo y le dijo: "te ves muy pensativa, Esther" dijo sonriente.

Esther asintió. "Espero que no me escojan para ser la Reina. Oré toda la noche a Dios para que hiciera que el Rey escogiera a alguien más."

"¡Esther!" reprendió Mardoqueo "No debes orar solamente por lo que quieres, sino por lo que Dios quiere de tí."

Esther miró confundida y Mardoqueo sonrió gentilmente.  A veces olvidaba que ella era muy joven aún.

"Lo que quiero decir es…" comenzó nuevamente "…que puede ser que Dios no nos dé siempre lo que queremos, pero sí nos da todo lo que necesitamos.  No puedes sólo pedir todo el tiempo lo que quieres, porque tal vez no sea lo que Dios quiere.  Así que debes pedir lo que Dios quiera."

Esther pensó por un segundo y respondió sin prisa: "Pero no sé lo que quiere Dios. ¿Cómo puedo orar por algo que no sé?"

Mardoqueo dijo: "bueno, podrías simplemente orar: ‘Dios, yo quiero lo que tú quieras.  En ti confío.' ¿Comprendes?"

"Eso creo...eso significa que en lugar de decir: 'Dios, por favor no permitas que el Rey me escoja como su Reina' debo decir: 'Dios, si deseas que sea Reina, entonces aceptaré con alegría tu decisión.  Por favor ayúdame a ser una buena Reina' ¿Es así?" preguntó Esther.

Mardoqueo sonrió y besó a Esther en la frente, "Así suena perfecto."


El año pasó rápidamente, pero Esther extrañaba su hogar todos los días.  Tal como le había prometido a Mardoqueo, se esforzó por permanecer animada y amable.  Y cada noche oró a Dios para que la ayudara a hacer Su voluntad.

A Esther no le agradaba la forma como algunas de las muchachas molestaban a las otras y trató de ser amable con todas las personas a las que conocía.  Habían encargado su cuidado a un hombre llamado Hegai. Gracias a su forma de ser delicada, Esther se hizo amiga de él.  Hegai puso a Esther y a sus sirvientes en la mejor habitación en el palacio y le trajo pequeños regalos.

Transcurrieron doce meses y era hora de que Esther viera al Rey.  Mientras Hegai guiaba a la hermosa muchacha al palacio del Rey, la gente se detenía a mirar la delicada belleza de Esther.

"Esther, no temas al Rey," le dijo Hegai cuando se acercaban a la habitación del trono.

Cuando llegaron, Esther respiró profundo y se arrodilló frente al rey Jerjes.

"Querido Dios" oró en silencio "dame la fortaleza para hacer Tu voluntad."

El Rey miró a Esther. "Vaya," pensó, "esta es joven.  Es muy hermosa, pero no sé'"

En ese momento Esther terminó su oración silenciosa. Sin pensarlo, levantó su cabeza (algo que realmente no hubiera hecho sin el permiso del Rey, pero lo tenía por costumbre cuando terminaba sus oraciones.) Se veía tan serena que su belleza se multiplicó por diez y se ganó el corazón del Rey.

El Rey mostró una amplia sonrisa, estaba feliz porque finalmente había encontrado a su prometida, "¿Cuál es tu nombre?"

Esther cayó en cuenta de su error, inclinó su cabeza y miró al piso. "Esther, mi señor."

"Esther, está bien, ya puedes levantar la mirada" dijo el Rey.  Ella lo hizo y vio su cara sonriente, sonrojándose un poco, lo que también le agradó al rey.

"Tienes una belleza única. ¡La belleza de la carne y del corazón!" exclamó.

El Rey Jerjes llamó a Hegai, " Hegai, esta mujer será mi Reina.  La has cuidado bien, y su belleza interior y exterior supera a todas las otras. Gracias."

Hegai asintió y dijo, "Con mucho gusto, gran Rey, es un honor estar a su servicio."

Jerjes llamó entonces a un sirviente para que le trajera la antigua corona de la Reina Vasti.  La tomó y la puso suavemente sobre la cabeza de Esther. "Tú, Esther, ahora eres mi Reina."


Mardoqueo suspiró y se apoyó contra las paredes internas del castillo.  Extrañaba a Esther pero le alegraba poderla ver casi todos los días.  Lo entristecía que ella hubiera tenido que esconder del Rey el hecho de que era judía. ‘Era muy peligroso para ella' y era tan joven. Qué pasaría si...

Mardoqueo sacudió su cabeza. "No es bueno pensar en esas cosas" pensó para sí. "Esther estará bien."

Algunos susurros lo sacaron de sus pensamientos.

"No, es demasiado tiempo para esperar y el lugar es demasiado público" dijo otra voz. "Es mejor hacerlo mientras duerme.  Tal vez podamos sobornar a uno de los sirvientes."

Mardoqueo observó por la esquina y vio a los hombres allí parados. Se sorprendió cuando reconoció a dos de los hombres del Rey, Bigthan y Terish. Se acomodó bien pegado a la pared por miedo a que lo vieran y continuó escuchando mientras terminaban su conspiración para matar al Rey Jerjes mientras dormía la noche siguiente.

Tan pronto como fue seguro, Mardoqueo se apresuró a ver a Esther.

"Mardoqueo, debes haber malentendido. Bigthan y Terish son los hombres del Rey. ¿Por qué habrían de hacer algo como eso?" Dijo Esther

"Sé que suena imposible, pero es lo que escuché.  Debes advertir al Rey de inmediato," respondió Mardoqueo.

Esther frunció el ceño: "Pero…y si estamos equivocados... ¡El Rey pensará que soy una muchacha tonta con una imaginación demasiado activa!"

Mardoqueo pensó por un momento. "Tal vez" dijo pensativo "pero ¿no te arriesgarías a parecer tonta por salvar su vida?"

Esther asintió, "Tienes razón, Mardoqueo.  Le diré inmediatamente."

Cuando Mardoqueo se había ido, Esther se apresuró por los jardines exteriores hacia las cortes del palacio.  Cuando llegó, Esther se ajustó su corona y alisó sus faldas. ¡Este era un asunto IMPORTANTE! Entró silenciosa y rápidamente acercándose al trono del Rey Jerjes.  Esther se inclinó y el Rey tomó su mano.

"¿Qué pasa, mi Reina?" preguntó.

Esther se levantó y dijo: "Terish y Bigthan están conspirando para matarte, mi señor."
El Rey frunció el ceño. "¿Cómo lo sabes, Esther?"

"Mardoqueo, mi primo, los oyó hablando en la puerta.  Planean sobornar a tu sirviente y matarte mañana en la noche mientras duermes."

El Rey se inclinó y preguntó: "¿Estás segura de esto?"

"Sí, su majestad" contestó solemnemente Esther.

Entonces el Rey Jerjes llamó a varios guardas y les contó lo que Esther había dicho.  Los guardas fueron inmediatamente a encontrar al sirviente, quien, aunque nervioso, confirmó la historia de Esther (no pensó que fuera sabio mentir al Rey cuando se le preguntó directamente sobre la conspiración).

"Gracias, Esther. Salvaste mi vida" dijo el Rey Jerjes, mirando a Esther con una sonrisa.

También sonriente, ella dijo, "Con gusto, pero en realidad lo hizo Mardoqueo, señor."

"Por favor dale mi agradecimiento, y gracias por venir a mí sin demora."

"Con gusto, su majestad." Esther hizo una reverencia y se fue rápidamente.


Mientras tanto, Mardoqueo se sentó afuera de las puertas de palacio mirando a la gente correteando y ocupada en sus diferentes actividades.  Justo entonces sonó una trompeta.

Mardoqueo miró hacia el camino y vio a varios hombres que cargaban a otro en una silla alta.  Era Haman, un oficial de la corte.  Mardoqueo frunció el ceño.  Haman siempre hacía que la gente le hiciera reverencias, pero Mardoqueo nunca lo hizo; se inclinaba frente a Dios nada más.  Cuando Haman pasó por su lado, Mardoqueo se quedó sentado y en silencio, solamente mirando al piso.  Pronto levantó la mirada nuevamente cuando escuchó que los otros hombres pasaban por su lado.


¡Haman estaba FURIOSO! Lo enfureció que Mardoqueo se negara a inclinarse. ¡Como si no supiera lo importante que él era!

"Me voy a DESHACER de él entonces" pensó Haman con una mueca de maldad en su rostro. "Y lo que es mejor, él es judío, esos miserables. ¡Voy a deshacerme de todos ellos!" Se rió al pensarlo y emprendió camino hacia el palacio.

Entró en la habitación del trono e hizo una reverencia con un ademán ostentoso. "Su majestad" dijo sintiéndose importante "me he enterado de que hay un grupo de personas en estas tierras que no te respetan a ti ni a tus leyes.  Ellas son un mal ejemplo para tus otros súbditos y debes atender este asunto antes de que comiencen a conspirar contra ti y a causar descontento por todo el reino."

"¿Quiénes son estas personas?" preguntó el Rey Jerjes.

Haman se inclinó más y dijo: "Mi señor, son los judíos."

El Rey Jerjes se enfurecía al pensar que había otra conspiración de alguna clase preparándose en el reino ¡Tal vez habían sido estos judíos quienes habían puesto a Terish y Bigthan contra él!

Haman podía notar que había captado la atención del Rey y agregó rápidamente: "Su majestad, tengo un plan para deshacerme de ellos."

El Rey asintió y, quitando su anillo grabado del dedo, se lo entregó a Haman. "Haz lo que quieras con la gente" dijo solemnemente.

Haman se inclinó y salió rápidamente de la habitación. "¡Ja, ja!" rió con alegría. "¡Ahora tengo a Mardoqueo! ¡Deseará haber besado mis pies!" Haman publicó inmediatamente un decreto para que todos los judíos de esas tierras fueran asesinados el día trece del doceavo mes.

Cuando le llegaron las noticias a Mardoqueo, este rasgó su vestido, se puso el hábito de penitencia y se fue a la ciudad, lamentándose en voz alta.  En todos los lugares a los que llegó el decreto del Rey había un gran duelo entre los judíos, con ayunos, llanto y lamentaciones.  Muchos vistieron sus hábitos de penitencia.

Esther pronto oyó el llanto y las lamentaciones en las afueras del palacio y envió a dos sirvientes a averiguar lo que estaba pasando.  Cuando regresaron, tenían un mensaje de Mardoqueo.

"Reina Esther, Mardoqueo dice que el Rey Jerjes ha firmado un decreto que dice que todos los judíos deben morir en día trece del doceavo mes" dijo Hathach. "Él quiere que vayas donde el Rey y hagas que cambie la ley" dijo el otro hombre.

Esther puso las manos en su cabeza y comenzó a pasearse de un lado a otro. "Pero han pasado treinta días desde que el Rey me llamó. Si voy a la habitación de su trono sin que me lo pida, seré yo a quien asesinen."

Esther despertó de sus sueños esa noche pensando: "¡tal vez Dios quería que me convirtiera en Reina para impedir que asesinaran a los judíos! ¿Por cuál otra razón la habrían escogido como Reina?"

A la mañana siguiente, Esther dijo a su sirviente: "Ve ahora y dile a Mardoqueo que reúna a todos los judíos rápidamente.  No coman ni beban por tres días.  Yo también ayunaré y al final, iré donde el Rey, aun cuando signifique que me maten."


Esther se recostó contra la puerta afuera de la habitación del trono y suspiró pesadamente.  Esto iba a ser aun más difícil de lo que había pensado.  Estaba débil por el ayuno y muy asustada al pensar en la ira del Rey.  Pero retiró su cabello de su cara y respiró profundamente.

El rey levantó la mirada enojado.  No había invitado a nadie a venir a la habitación del trono esa mañana.  ¿Por qué la gente no entendía todo el trabajo que significaba estar a cargo del reino¿  ¡Como se atreven a interrumpir!

Pero se apaciguó al ver el hermoso rostro de Esther.  Pudo ver lo asustada que estaba, y se veía más pálida de lo normal.

Luego el rostro del Rey mostró una amplia sonrisa.  Esther casi se desmayó con el alivio al ver que el Rey la perdonaría por su interrupción.

"¿Qué es lo que deseas, Reina Esther? Lo que quieras, lo tendrás, así sea la MITAD de mi reino" Dijo el Rey Jerjes con una sonrisa de bienvenida.

Esther pasó saliva y dijo apurada: "Mi señor, si es del agrado del Rey, ¿vendrías tú y Haman a un banquete que he preparado para ambos hoy?"

El Rey Jerjes sonrió ampliamente. ¡Lo extrañaba la joven! Sí, había pasado un tiempo desde la última vez que la había visto.  El Rey se dirigió a sus ayudantes y dijo: "Díganle a Haman que se apresure y se aliste porque debe hacer lo que Esther pide."

Así que el Rey y Haman fueron al banquete de Esther.  El Rey Jerjes sabía que Esther quería pedirle algún favor, así que le preguntó de qué se trataba "¿Mi Reina, qué es lo que deseas? Lo que sea, te lo concederé, así sea la MITAD de mi reino."

Esther contestó:  "Por favor ven con Haman a otro banquete que prepararé para ustedes mañana.  Entonces te diré lo que quiero."

Haman estaba orgulloso de haber sido invitado a ambos banquetes: él y nadie más que el Rey, pero, cuando salía del palacio, pasó por el lado de Mardoqueo fuera de las puertas.  Mardoqueo no solo se rehusó a inclinarse, sino que ni siquiera se puso en pie cuando Haman pasó.

Cuando Haman regresó a casa, estaba totalmente enfurecido. Se paseó de un lado a otro, quejándose amargamente por el atrevimiento de Mardoqueo el judío.  Como se atrevía a no mostrarle más respeto a Haman.

Entonces la esposa de Haman hizo una sugerencia. "¡Construye una horca de setenta y cinco pies de alto y mañana pídele permiso al Rey para colgar a hombre! Entonces podrás disfrutar del banquete de la Reina en paz."

Haman estaba TAN complacido con esta sugerencia que hizo construir la horca esa misma tarde.


Esa noche, el Rey no pudo dormir.  Llamó a sus sirvientes para que le trajeran el libro de historia que hablaba de los eventos más importantes de su reino.  Mientras los sirvientes le leían al Rey, este notó la parte en la que se contaba cómo Mardoqueo había salvado su vida, cuando le había contado sobre la conspiración a través de Esther.

"¡Un momento!" ordenó el Rey Jerjes. "¿Cómo se ha recompensado a Mardoqueo por esto?"

"Mi señor, no creo que se haya hecho nada por él" contestaron al Rey.

Al día siguiente, Haman fué a ver al Rey para pedirle permiso para colgar a Mardoqueo, sin saber que este había salvado la vida del Rey una vez.

Al oír murmullos en la corte exterior, el Rey preguntó: "¿Quién está ahí?"

"Haman está aquí" contestaron los sirvientes.

"Déjenlo entrar" dijo el Rey Jerjes.

Cuando el Rey vio a Haman, preguntó inmediatamente: "Haman, ¿qué podemos hacer por el hombre a quien quiero honrar?"

Haman sonrió, pensando de forma egoísta: "¡Por supuesto, del único hombre del que puede estar hablando el Rey Jerjes es de mí!" Así que contestó: "Envía la toga del Rey, su caballo y su corona a uno de los MÁS nobles príncipes del Rey, y deja que vistan al hombre con tu toga, que pongan tu corona en su cabeza y que lo lleven por la ciudad en tu caballo, proclamando a toda la gente: '¡MIREN COMO EL REY HONRA A ESTE HOMBRE!'"

El Rey Jerjes sonrió complacido. "Sabía que tendrías una buena idea, Haman.  Ahora apresúrate y toma mi toga, toma mi caballo personal y haz lo que dijiste con Mardoqueo el judío que está a mi puerta. ¡No dejes de hacer ni UNA de las cosas de todo lo que has dicho!"

Haman se esforzó por esconder lo sorprendido y furioso que estaba con la orden del Rey, pero no fue fácil.  El mismo hombre al que quería colgar iba a ser HONRADO por el Rey, ¡con todas las cosas que el mismo había sugerido!

Haman vistió de mala gana a Mardoqueo con la toga y la corona del Rey, y lo llevó por la ciudad en el caballo personal del rey, diciendo: "¡ESTE HOMBRE ESTÁ SIENDO HONRADO GRANDEMENTE POR EL REY!"

Después de eso, Mardoqueo regresó a su puesto en la puerta, y Haman se apresuró a casa desesperado.  Contó la historia sobre cómo el Rey honró a Mardoqueo por encima de él, por su PROPIA sugerencia, y lloró amargamente. Su esposa y sus amigos no pudieron hacer nada para consolarlo.

Mientras aun estaban hablando, algunos de los mensajeros del Rey llegaron a la puerta. "Hemos venido por Haman para traerlo al banquete que la Reina Esther ha preparado." Haman se acomodó rápidamente el cabello y trató de no dejar ver lo que de verdad sentía.

Haman se encontró con el Rey en el palacio y, juntos, se encaminaron hacia el segundo banquete de Esther la Reina.

"¿Qué es lo que deseas, mi Reina? ¿Cuál es tu petición? Te daré lo que sea, aun si es la mitad de mi reino" repitió el Rey cuando todos se habían acomodado.

"Si el Rey está complacido conmigo, pido que salve mi vida y la de todos los judíos.  Pronto enfrentaremos la muerte.  Yo y toda mi gente seremos asesinados; cada uno de nosotros debe morir."

El Rey Jerjes se puso furioso. "¿Quién se atrevería a tocarte a ti o a alguno de tus familiares?"

Esther miró directamente a Haman y lo señaló. "Este hombre malvado es nuestro enemigo."
Haman estaba tan carcomido por la envidia que trató de destruir un pueblo entero solo por deshacerse de un hombre: ¡Mardoqueo el judío!

Ahora Haman se puso pálido como un fantasma.  El rey se levantó de su silla y salió furioso de la habitación hacia el jardín del palacio.

Tan pronto como el Rey salió por la puerta, Haman dejó su silla rápidamente y fue a ver a la Reina Esther, implorando por su vida con desesperación. Sabía que el Rey estaba listo para mandarlo matar por la maldad que había planeado llevar a cabo en contra de los judíos.

Para cuando el Rey regresó, Haman se había tirado a los pies de la Reina, implorando misericordia.  Al ver esto, el Rey gritó y sus sirvientes vinieron corriendo y sostuvieron a Haman lejos de la Reina.

"¿Por qué no colgarlo en la horca que construyó para Mardoqueo?" sugirió alguien.  El Rey volvió a sentarse a la mesa y asintió. "¡SÍ!" habló con autoridad. "¡CUÉLGUENLO ALLÍ!"

Y así murió Haman, y su envidia le costó la vida.  Lo colgaron en la horca que había construido para Mardoqueo.  La paz regresó al Reino.  Esther y su pueblo se salvaron porque ella decidió presentarse ante el Rey, aun si esto le hubiera costado la vida.

 

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