JackEl arpa cantante agradeció a Jack por rescatarla del gigante – odiaba estar encerrada en el closet todo el día y toda la noche y lo único que quería era sentarse en la ventana de la casa de la granja y cantar a los pájaros y a las mariposas bajo los rayos del sol.

Con un poco de paciencia y la ayuda de su madre, no le tomó mucho tiempo a Jack lograr que la gallina enfermiza se recuperara y la agradecida gallina continuó poniendo un huevo de oro cada día.

Jack usó el dinero que obtenía de vender los huevos de oro para volver a comprar a la vieja vaca Bess, comprar semillas para la cosecha de primavera y para arreglar la finca de su madre.  Y hasta le sobró lo suficiente como para invitar a todos sus vecinos a compartir una buena cena, acompañada por la música del arpa cantante.

Y Jack, su madre, la vieja vaca Bess, el arpa de oro y la gallina blanca vivieron felices para siempre.

 

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