Una cálida noche de verano, una rana oyó la hermosa voz de Pulgarcita, y subió hasta su ventana de un solo salto. ¡Hop, hop, hop!
Cuando Pulgarcita se durmió, la rana entró a su habitación.
“¡Oh! ¡Esta puede ser la esposa perfecta para mi hijo!” exclamó la rana. En seguida tomó a Pulgarcita en la cáscara de nuez y la llevó hacia el rio cercano. Una vez cerca del río, le dijo a su hijo: “¡Mira la hermosa novia que te encontré!”
¡Croa! ¡Croa! ¡Crooooooa! Fue todo lo que pudo decir su hijo.
La mamá rana orgullosa llevó a Pulgarcita aun dormida hacia unos nenúfares y la puso en el más pequeño de todos. Luego regresó hacia donde estaba su hijo en un gran charco de barro y entre ambos comenzaron a construir una casa de barro y juncos para la nueva esposa.
Pulgarcita despertó con el sonido de saltos y croas e inmediatamente comenzó a sollozar al pensar en su madre que estaba sola sin que la acompañaran sus cantos para dormir.