Dos peces anaranjados oyeron el llanto de Pulgarcita y vieron el nenúfar donde estaba sentada.
“Debemos ayudarla” dijeron ambos en coro. Nadaron inmediatamente hacia donde estaba Pulgarcita y mordieron el nenúfar para liberarla.
¡Oh! ¡Gracias! Muchas gracias” exclamó Pulgarcita, despidiéndose de los peces mientras flotaba alejándose.
Mientras Pulgarcita viajaba río abajo, su corazón estaba lleno de todas las maravillas del mundo exterior. Vio las hermosas estrellas en el cielo, escuchó en canto de los grillos y se deleitó con el fragante aroma de las flores en las laderas del rio.
De repente vio una hermosa mariposa morada que la seguía rio abajo. Pulgarcita contempló sorprendida las esplendidas alas de la mariposa que se agitaban a su lado.
Gritó de alegría y aplaudió cuando la mariposa voló hacia el sol naciente. Pulgarcita bostezó y volvió a dormirse hasta que el sol alcanzó su punto más alto.
Cuando despertó, se encontró a la orilla del rio en una tierra aun más alejada de su amada madre. Pulgarcita trató de ignorar su tristeza durante los meses de verano rodeándose de todas las flores y de todo el sol que pudo. Se hizo amiga de las mariposas, de las libélulas y de los abejones. Oyó el trinar de los pájaros que volaban sobre su cabeza. Fue feliz nuevamente.