El lobo tomó más aire y volvió a soplar ¡una y otra vez! Pero la casa de ladrillo de Penny con la chimenea torcida y la pintura chorreada era su mejor trabajo y NO se cayó sin importar qué tan fuerte soplara el lobo.
Después de soplar y soplar el lobo estaba aun más hambriento de lo que estaba al principio y no iba a rendirse. Trepó con cuidado por una escalera cercana y se subió al tejado. Antes de que Peter, Patty y Penny supieran lo que estaba pasando, ¡el lobo se deslizó por la chimenea!
"¡Ostras!" gritó Peter.
"¡Estamos fritos!" lloró Patty.
"¡Ahora seremos tocineta!" se lamentó Penny.
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